Marzo 11, 2025 – Cinco años después de que comenzara la pandemia, millones de personas siguen lidiando con los efectos a largo plazo del COVID-19. Se estima que aproximadamente el 10% de quienes contrajeron el virus desarrollan lo que se conoce como COVID persistente, una condición crónica que afecta a la salud física, mental y emocional de quienes la padecen.
Eliana Souza do Nascimento, una brasileña de 64 años, es uno de los casos más impactantes. Desde que contrajo el COVID-19, ha vivido con fibrosis pulmonar, una afección que le impide respirar sin el apoyo constante de un tanque de oxígeno. Con el 80% de sus pulmones dañados, depende de su marido para realizar tareas básicas como ir al baño o ducharse. Además de los desafíos físicos, su familia enfrenta dificultades económicas debido al alto costo de los medicamentos, que ascienden a 3,500 dólares al mes.
“Yo era una persona muy activa, me gustaba trabajar, nunca paraba. El COVID me afectó durísimo”, comparte Eliana, cuya vida ha cambiado radicalmente desde que contrajo el virus durante la crisis de oxígeno en Brasil.
Síntomas Diversos y Consecuencias a Largo Plazo
El COVID persistente no tiene un solo patrón y afecta de manera diversa a quienes lo padecen. Según expertos, los síntomas más comunes incluyen deterioros cognitivos, como la “nebulosa cerebral”, disnea (dificultad para respirar), mareos, trastornos del sueño, dolores articulares y musculares, y problemas gastrointestinales. Además, muchas personas se sienten constantemente agotadas, lo que les impide trabajar o realizar actividades cotidianas.
Sandra Guerrero, de 50 años, es otro ejemplo. Después de contraer el COVID-19 en octubre de 2020, Sandra experimentó una larga espera de 14 meses para obtener un diagnóstico de COVID persistente. Hoy, su incapacidad laboral es del 75% debido al agotamiento crónico que sufre. Aunque trabaja solo tres o cuatro horas por semana, ha encontrado una nueva misión al ayudar a otros pacientes a adaptarse a la vida con esta enfermedad, como miembro de la asociación francesa Apresj20.
Un Desafío Global
El COVID persistente afecta especialmente a mujeres, personas de comunidades negras y étnicas, y quienes tienen condiciones médicas preexistentes. También es más común en países que han experimentado un mayor número de casos de COVID-19, como es el caso de Francia y Estados Unidos. En estos países, la comunidad médica está cada vez más consciente de la condición, pero muchos pacientes siguen sin ser diagnosticados o reconocidos oficialmente.
A pesar de que algunos gobiernos están comenzando a clasificar el COVID persistente como una discapacidad, los esfuerzos médicos aún no han logrado desarrollar un tratamiento específico. Los pacientes deben conformarse con tratamientos que alivien los síntomas, aunque la esperanza de una cura definitiva continúa.
La doctora Jacqueline H. Becker, neuropsicóloga clínica y miembro de RECOVER, una iniciativa de investigación estadounidense, destaca la importancia de la concienciación pública y la educación sobre el COVID persistente. Según Becker, “la investigación médica avanza, pero un tratamiento específico no llegará pronto”. Sin embargo, mantiene la esperanza de que, con el tiempo, se encontrarán soluciones efectivas para quienes viven con esta enfermedad crónica.
El COVID persistente sigue siendo una batalla invisible para muchos, pero la creciente conciencia y los esfuerzos de investigación podrían, con el tiempo, aliviar las vidas de quienes continúan enfrentando sus efectos.