Por: Joaquín Pacheco Cabrera
Lo que comenzó como una convocatoria legítima para promover la participación ciudadana en las urnas este 1 de junio, terminó empañado por una escena que dejó más dudas que certezas. El martes 26 de mayo, en un reconocido restaurante de la ciudad, el grupo legislativo de Morena —encabezado por el senador Gino Segura y el diputado local Jorge Sanen— ofreció una rueda de prensa para invitar a todos los sectores sociales a salir a votar. Un acto democrático en su forma y contenido.
Sin embargo, el evento dio un giro inesperado y profundamente incómodo cuando el exdiputado federal Emiliano Ramos irrumpió de manera grosera, acompañado de una líder de madres buscadoras. Lo que debía ser un acto político para fomentar la participación ciudadana terminó convertido en una escena de tensión, confrontación y confusión.
Aquí surgen dos preguntas fundamentales: ¿qué papel debe tener el dolor social en las dinámicas partidistas? Y más aún, ¿quién gana realmente cuando ese dolor se usa como escudo o como ariete político?
Las madres buscadoras han ganado con sangre y dignidad su lugar en la agenda pública. Representan una lucha legítima y profundamente humana que no puede ni debe ser trivializada. Por eso, resulta desconcertante ver cómo una de sus líderes se presta a un acto que, lejos de buscar justicia o visibilidad para los desaparecidos, parecía centrarse en ventilar un conflicto de corte personal y familiar, relacionado con Emiliano Ramos. ¿Qué buscaba realmente el exdiputado? ¿Justicia o protagonismo?
Aplaudible fue la reacción del senador Eugenio “Gino” Segura, quien no huyó de la confrontación. Lejos de evitar el momento incómodo, se acercó a escuchar y ofreció una reunión para atender las demandas, gesto que fue rechazado por Ramos pero aceptado por la madre buscadora. En tiempos donde la clase política suele optar por el cálculo y la evasión, ese tipo de disposición al diálogo vale más que cualquier discurso.
Lamentablemente, el momento fue aprovechado por quienes parecen más interesados en el escándalo que en las soluciones. Si Emiliano Ramos tiene diferencias familiares o personales, debe canalizarlas por las vías adecuadas. Pero usar el dolor colectivo de las madres buscadoras como plataforma para un reclamo individual es no solo irresponsable, sino éticamente cuestionable.
En un país donde la justicia sigue siendo una deuda abierta y la dignidad de las víctimas merece respeto absoluto, convertir una tragedia social en un espectáculo político no abona ni al diálogo, ni a la reconciliación, ni a la democracia.
Queda claro que la política no puede ni debe ser indiferente al sufrimiento de las víctimas. Pero eso no implica instrumentalizarlo. Hay causas que merecen respeto, y límites que, por dignidad, no deben cruzarse.
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