El pasado 2 de enero se cumplieron cien días desde la llegada de Mara Lezama Espinosa a la silla gubernamental, un período que se antoja breve aún, pero que ha representado para Quintana Roo la llegada, por fin, de un gobierno del cambio verdadero, que esta vez no es tan solo un lema de campaña, determinado a llevar prosperidad compartida y justicia social a todos los rincones de la entidad.
En medio de una serie de importantes logros a lo largo de poco más de tres meses, con resultados contundentes en obra pública, programas y acciones sociales de beneficio por igual para el norte, centro y sur del estado, esta novedosa forma de gobernar privilegia la cercanía con la gente, rompiendo los habituales protocolos acartonados de la política.
La nueva mística de trabajo que encabeza Mara, a través de la cual ha sacado al gobierno de las oficinas de palacio para caminar a ras de piso, permea toda la administración pública, donde existe hoy un decálogo para los servidores públicos en el que se destaca la exigencia de que trabajen de manera prioritaria sobre el territorio, y no desde la comodidad de un escritorio.
Los quintanarroenses cuentan hoy con una gobernadora que lleva a cabo actividades públicas y personales como una persona común y corriente, alejada de los privilegios del poder, hablándoles a través de un discurso vivo, alegre, claro, muy distante del formato de la vieja política tradicional, dejando de lado las largas presentaciones de funcionarios para aprovechar ese tiempo en escuchar a la gente cara a cara y resolverles de manera inmediata.
Es así que en esta administración ya no existen las interminables esperas en los eventos públicos: se privilegia la puntualidad para hacer que el tiempo rinda, además de respetar el de los demás. Además, han desaparecido las barreras físicas que mantenían a la población mirando de lejos a su gobernante; por el contrario, Mara convive con las personas, ya sea desde las gradas, en caminatas, presentaciones, verbenas, etcétera, con pleno respeto a las tradiciones, costumbres y a la identidad del pueblo quintanarroense.
Aún más allá, mantiene también un seguimiento igual de cercano, una vigilancia y supervisión de forma personal y en los hechos, de las acciones y avances de la obra pública, además de que personalmente difunde logros y éxitos de quintanarroenses y de la entidad, a fin de motivar a más triunfos que impulsen el desarrollo del estado.
Es claro que falta mucho por hacer, y no es cosa de lanzar las campanas al vuelo a tan poco tiempo, dada la vastedad y complejidad de las problemáticas que vive la entidad, pero es evidente que este naciente gobierno está dispuesto a enfrentarlas codo a codo junto a los ciudadanos, a quienes nos corresponde hacer también nuestro papel en esta ansiada transformación. Se hace camino al andar, y el trecho recorrido en este breve lapso constituye, indudablemente, un gran avance hacia un nuevo y mejor Quintana Roo.