La sociedad, en deuda con ese sector de la población en materia educativa, laboral y de seguridad social, afirman académicas de la UNAM
Hasta no hace muchos años se pensaba que la discapacidad era un problema individual y que derivaba de una cuestión de salud. Era una “tragedia personal”. Hoy en día se sabe que esa no es una condición de la gente que padece alguna limitación, sino que esa incapacidad radica en la interrelación que ella tiene con sus condiciones de vida y las barreras que encuentra en la sociedad.
Es el entorno lo que obstaculiza la participación plena y efectiva de ese sector, en igualdad de condiciones al resto de la población. Aún hoy, como sociedad tenemos serias deudas en los aspectos educativo, laboral y de seguridad social, con gente que tiene alguna deficiencia física, intelectual, auditiva, visual o psicosocial de largo plazo, señalan académicas de la UNAM.
En el contexto del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que se conmemoró el 3 de diciembre y que este año lleva por lema “Un día para todos”, Elia Lázaro Jiménez, de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), explica que las condiciones de vida para ellas son bastante complejas y difíciles, porque al no haber una cultura en la sociedad al respecto, aún se les discrimina y excluye.
El propósito de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, instrumento de Naciones Unidas aprobado en 2006, es promover, proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de las personas con discapacidad, y promover el respeto de su dignidad inherente.
” A pesar de que cumplirá 14 años el próximo 13 de diciembre, “no ha permeado en las mentalidades, en las ideas que tenemos como sociedad, y se ha quedado más en retórica o un discurso de las políticas, que en acciones efectivas”. Aunque hay avances, ha costado aterrizarlo y que se imponga, agrega Patricia Claudia Brogna, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS).
Así ocurre a pesar de que la gente con limitaciones representa 6.3 por ciento de la población, es decir, siete millones 877 mil 805, según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (2018) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Se dice que la discapacidad afecta a una minoría. “Pero si uno relaciona que por cada persona con alguna limitación hay dos papás y un hermano, en una familia tipo, más o menos, estaríamos hablando de un porcentaje muy alto de la población que tiene una relación directa con la discapacidad. Definitivamente no es un tema minoritario”, añade Brogna, también coordinadora del Proyecto Discapacidad y Derechos Humanos del Programa Universitario de Derechos Humanos (PUDH) y del Seminario Permanente sobre Discapacidad de la UNAM.
Según esa encuesta, de la población con discapacidad, 45.9 por ciento son hombres y 54.1, mujeres. La mitad (49.9 por ciento) son personas adultas mayores (de más de 60 años). Del total, 52.7 por ciento tiene dificultad para caminar, subir o bajar con sus piernas; 39, para ver; 17.8, para mover o usar brazos o manos; 19.1, para aprender, recordar o concentrarse, y 18.4 por ciento para escuchar, por ejemplo.
Para Elia Lázaro ha sido un sector olvidado y marginado; no tiene asegurados servicios de salud ni educativos y tampoco el acceso a un trabajo, por lo que en muchas ocasiones la pobreza y la discapacidad son factores que se interrelacionan.
Las condiciones de vida que enfrentan son complejas. “El año pasado el gobierno estableció que recibieran una pensión de mil 310 pesos al mes, pero esa ayuda no llega a los más de siete millones que la requieren. ¿En qué condiciones viven si no pueden trabajar, si no tienen preparación o apoyo de la familia? Peor aún: en ocasiones es dentro del contexto familiar donde reciben maltrato y violencia”, refiere.
Brogna menciona, además, que en las calles hay zonas donde si hay colocación de rampas en las esquinas o ciertos señalamientos, pero hay otras donde eso no existe. Aún faltan elevadores o sanitarios amplios, para sillas de ruedas, y en ocasiones no se respetan los cajones de estacionamiento. No se cuenta con señalización en braille, ni tampoco hay suficientes traductores de lengua de señas. Todo ello impide la movilidad y la participación de esa gente en los ámbitos sociales.
Sueños sin límites
Sara Isabel García Juárez es una joven de notable inteligencia y talento que se postulará a un doctorado en la UNAM. En esta institución cursó la carrera en Historia, así como la maestría en Estudios Mesoamericanos, donde obtuvo un promedio perfecto, de 10. Ello la ha llevado a reconstruir la historia de una antigua ciudad maya guatemalteca cercana a la frontera con México.
Además, es ganadora del Premio INAH 2017 Francisco Javier Clavijero, en el área de Historia y Etnohistoria, por su tesis monumental de licenciatura “La historia de Piedras Negras a través de sus inscripciones jeroglíficas: auge y ocaso del linaje de las tortugas”, y del primer lugar del Premio Alberto Ruz Lhuillier a los mejores textos presentados por jóvenes académicos en el X Congreso Internacional de Mayistas, donde su ponencia fue la mejor de las registradas para el concurso, provenientes de naciones como Estados Unidos, España, México y Alemania.
Hoy, además de luchar por un lugar en el doctorado, estudia el tercer semestre de la licenciatura en Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y destaca en un terreno que ha estado dominado por varones: el de los estudios epigráficos, es decir, el de la escritura jeroglífica maya.
Pero ninguno de esos logros ha sido fácil. Sara Isabel ha tenido que vencer el problema físico que entraña su debilidad auditiva. Se trata de un padecimiento crónico y degenerativo y “conforme pasa el tiempo voy escuchando menos”.
Su problema de audición comenzó cuando tenía tres o cuatro años. Conforme fue creciendo, la joven universitaria enfrentó el miedo de decirle a los demás que tiene un problema de audición. “Me di cuenta de que era necesario e importante hacerlo. Ahora, en los contextos donde me relaciono es más fácil desenvolverme desde esa verdad”. La mayoría se muestra comprensiva y la ayuda. “He aprendido a interactuar, a relacionarme. La vida ya no es tan difícil, tan terrorífica”, asegura.
Además de un sistema educativo inclusivo y apoyos efectivos, en la sociedad se requiere más información de lo qué es la discapacidad y cambiar las actitudes de discriminación y rechazo hacia quienes tienen alguna limitación. Se trata de gente con derechos que, de acuerdo con sus condiciones de vida, de preparación educativa y desarrollo laboral, va a sobresalir como cualquier otra. Sara Isabel es un desatacado ejemplo de ello y un orgullo para su Universidad.